La guerra afecta de manera particular a los más vulnerables. La solidaridad con ellos es la manera que tienen las Comunidades de Sant’Egidio de Ucrania de resistir cada día a la guerra.
Los ancianos son unos de los más afectados por el conflicto. El primer año de guerra ya eran una tercera parte de las víctimas civiles. Es la primera vez en la historia que una guerra de estas dimensiones afecta a una sociedad marcada por en envejecimiento de la población. La guerra de Ucrania ha provocado la crisis humanitaria con el mayor porcentaje de ancianos implicados, particularmente los que viven en las zonas de la línea del frente, entre otros motivos porque no han querido abandonar dichas zonas. La fragilidad de los ancianos se ha agravado con la soledad, cada vez mayor. El alto número de hombres movilizados por el ejército y los casi 7 millones de refugiados que están en el extranjero, mayoritariamente adultos, jóvenes y niños (las personas mayores de 65 años son solo el 6% de los refugiados que hay fuera del país), han destruido las redes informales de parientes, amigos y vecinos que había alrededor de los ancianos. Es una soledad que se ha hecho aún más dura para los que han tenido que irse de su casa a causa de la guerra y viven como desplazados. Si el 51% de los ancianos ucranianos declara sentirse solo, el porcentaje supera el 70% entre las personas ancianas desplazadas en el país. Estas últimas son unas 900.000, el 24% de todos los desplazados.
El trabajo de Sant’Egidio en Ucrania es también una respuesta a esta soledad. La Comunidad de Ucrania ayuda constantemente a 1.500 ancianos desplazados. Entre ellos están los más de doscientos ancianos provenientes de las regiones orientales del país y desplazados en Leópolis, que el presidente de la Comunidad, Marco Impagliazzo, visitó en el asentamiento de viviendas prefabricadas en el que viven a las afueras de la ciudad. Estar al lado de los ancianos en Ucrania sana una de las heridas provocadas por la guerra y así construye ya un trozo de paz. Esta es la respuesta a un desafío imponente para el futuro del país, en el que los ancianos serán un componente aún más relevante de la población. El encuentro entre generaciones es un camino preferente hacia el futuro. Los jóvenes por la paz “teens”, en gran parte adolescentes desplazados, se ocupan de los ancianos que van a las Casas de la Amistad, donde les dan alegría y esperanza.
Ayudar a las familias de desplazados internos ha permitido que la Comunidad conozca a muchos niños y adolescentes que cargan con el peso de la guerra. La guerra incide profundamente en su vida. Son prueba de ello las alarmas antiaéreas y los bombardeos, los refugios, vivir personalmente la violencia de la guerra, la muerte de familiares, la ausencia del padre llamado a filas, la experiencia del éxodo de su casa, la vida como desplazados y la difícil o inexistente continuación de su educación en el lugar de acogida. Unos dos tercios de los niños y adolescentes ucranianos se han trasladado durante la guerra. El sufrimiento que han vivido ha incidido en los menores, que en muchos casos no sonríen, son agresivos y se encierran en su mundo.
El dolor de los niños ha interpelado a los Jóvenes por la Paz de la Comunidad, que en Ucrania han dado una respuesta a la necesidad de los más pequeños. En estos años de guerra han nacido once Escuelas de la Paz a las que actualmente asisten unos 400 niños desplazados o que, de uno u otro modo, han sufrido el trauma de la guerra. Las Escuelas de la Paz están en Leópolis, Ivano-Frankivsk, Kyiv y también en Irpín, pequeña ciudad cerca de Kyiv que sufrió intensamente las acciones durante los primeros meses de la guerra, en Járkov, donde la Escuela de la Paz se hace en los locales del refugio antiaéreo cedido por una escuela.
Las Escuelas de la Paz logrado que muchos niños vuelvan a sonreír, a tener ganas de estar con los demás y a soñar. Ha sido significativo el encuentro de Marco y de la delegación de Roma con los niños en Kyiv y Leópolis, durante el que hubo un intercambio de experiencias entre las Escuelas de la Paz de Roma y de Ucrania.
Actualmente, ya han pasado 40 meses de guerra a gran escala en Ucrania. La solidaridad que se ha vivido en estos largos meses con el pueblo ucraniano es una manifestación de la resistencia a la lógica perversa de la guerra y hace crecer entre la gente, día tras día, motivos de esperanza y de una nueva vida en una “tierra martirizada”, como decía el papa Francisco.