Este año, por primera vez, un grupo de Jóvenes por la Paz ha hecho una semana de Escuela de Verano en el campo de refugiados de Corinto. Se trata de un campo de pequeñas dimensiones, situado en las afueras de la ciudad griega, cerca de la estación. Viven en él mayoritariamente inmigrantes provenientes del Congo y del África subsahariana, mayoritariamente personas solas. Las pocas familias que hay llegan sobre todo de Siria y de Afganistán.
A través de sus palabras nos llega el relato de estos días de encuentros, de amistad y de solidaridad.
“Habíamos conocido aquel campo y sus habitantes años atrás pero solo habíamos podido hacer alguna visita esporádica –escriben los Jóvenes por la Paz–. Pero este año, entre las tiendas blancas alineadas en un patio de grava, hemos pasado unos días llenos de vida y de encuentros y hemos comprendido de nuevo que lo poco que nos parece que hacemos deja huella en la vida de los niños a los que conocemos. Dos niñas curdas a las que conocimos en Navidad, en cuanto vieron el peto azul con el logo de Sant’Egidio, nos abrazaron cantando a grito pelado “We are one”, una de las canciones que les habíamos enseñado en la fiesta”.
El relato de los jóvenes es un no parar de historias, como la de S. una niña afgana de siete años, que sueña en ir a Alemania para estudiar y ser médica para curar a su madre, que está enferma en la cama. Es un ejemplo de determinación que sorprende pero que también indica la esperanza y la fuerza que tienen los migrantes, tanto los adultos como los niños.
O la de D., también de siete años, que vive con una jovencísima madre que huyó para que su hija no estuviera destinada a contraer matrimonio a la fuerza, como le ocurrió a ella con trece años. S., el único niño somalí del campo, al principio tenía miedo de mezclarse con los demás. La alegría contagiosa de niños y jóvenes lo sedujo y tras una semana de actividades ya estaba perfectamente integrado con los demás.
La Escuela de Verano terminó con una promesa: Sant’Egidio will be back!, ¡Sant’Egidio volverá! La amistad con los migrantes no es una experiencia veraniega, sino un trozo de historia que los Jóvenes por la Paz escriben con ellos, una parte del trabajo para construir una Europa que no renuncie a “salvar, acoger e integrar”, como se verá también en el gran encuentro europeo de los Jóvenes por la Paz que empezará en breve en Roma y que lleva por nombre, no por casualidad, “Global Friendship”.