Fue un hombre de paz, amigo de los niños, un joven que siempre buscaba una alternativa a la violencia y a la corrupción. Floribert, el joven congoleño que sacrificó su vida para evitar que sus niños de Goma comieran alimentos en mal estado, es un modelo de vida para los niños de las Escuelas de la Paz de todo el mundo.
En la Escuela de la Paz de Katwe (Uganda) han decidido empezar el curso recordando a Floribert: todos los niños tenían el rostro de Floribert en sus manos. Para ellos, su historia no es solo la historia de alguien que ayudó a los niños de la calle como ellos, sino que es un mensaje: nadie es tan pobre como para no poder ayudar a otro, y el mal se puede vencer con el bien. En contextos difíciles, donde muchas veces los niños crecen pensando que la violencia es la única solución, Floribert representa una manera de pensar distinta: pacífica, cariñosa y honesta. Una manera de pensar que sigue viviendo, creciendo brotando en el corazón de los niños que oyen su historia.
También en otros lugares de la tierra los niños han descubierto a Floribert. En Roma, en las escuelas de la paz de Pietralata y San Basilio, han explicado su historia a través de un “camino de la honestidad”, que lleva a los niños que lo siguen a construir un mundo mejor. A todos los niños se les pregunta: “¿Qué le dirías a Floribert si pudieras escribirle una carta?”. En París, en Saint Merry, el nombre de Floribert está al lado de muchos otros que a lo largo de los años han luchado contra el mal para mejorar el mundo, como Gandhi y Martin Luther King.
“La Escuela de la Paz nació porque todos tienen derecho a tener la paz en su corazón, que en el fondo es la amistad. Yo también podía y tenía que aprender a ser amigo de los demás”, son las palabras de Jonathan, un niño de la calle al que Floribert salvó. Es una de las muchas semillas que terminó brotando. Recordándole, sus enseñanzas siguen viviendo en el corazón de los niños que aprenden a ponerlas en práctica, ayudando así a crecer la esperanza en un futuro mejor.
PARA SABER MÁS
El libro “El precio de dos manos limpias”, de Francesco De Palma
