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Oración por la Paz
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Oración por la Paz

En la basílica de Santa María de Trastevere se reza por la paz. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Oración por la Paz
Lunes 21 de julio

En la basílica de Santa María de Trastevere se reza por la paz.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Éxodo 14,5-18

Cuando anunciaron al rey de Egipto que había huido el pueblo, se mudó el corazón de Faraón y de sus servidores respecto del pueblo, y dijeron: "?Qué es lo que hemos hecho dejando que Israel salga de nuestro servicio?" Faraón hizo enganchar su carro y llevó consigo sus tropas. Tomó seiscientos carros escogidos y todos los carros de Egipto, montados por sus combatientes. Endureció Yahveh el corazón de Faraón rey de Egipto, el cual persiguió a los israelitas, pero los israelitas salieron con la mano alzada. Los egipcios los persiguieron: todos los caballos, los carros de Faraón, con la gente de los carros y su ejército; y les dieron alcance mientras acampaban junto al mar, cerca de Pi Hajirot, frente a Baal Sefón. Al acercarse Faraón, los israelitas alzaron sus ojos, y viendo que los egipcios marchaban tras ellos, temieron mucho los israelitas y clamaron a Yahveh. Y dijeron a Moisés: "?Acaso no había sepulturas en Egipto para que nos hayas traído a morir en el desierto? ?Qué has hecho con nosotros sacándonos de Egipto? ?No te dijimos claramente en Egipto: Déjanos en paz, queremos servir a los egipcios? Porque mejor nos es servir a los egipcios que morir en el desierto." Contestó Moisés al pueblo: "No temáis; estad firmes, y veréis la salvación que Yahveh os otorgará en este día, pues los egipcios que ahora veis, no los volveréis a ver nunca jamás. Yahveh peleará por vosotros, que vosotros no tendréis que preocuparos." Dijo Yahveh a Moisés: "?Por qué sigues clamando a mí? Di a los israelitas que se pongan en marcha. Y tú, alza tu cayado, extiende tu mano sobre el mar y divídelo, para que los israelitas entren en medio del mar a pie enjuto. Que yo voy a endurecer el corazón de los egipcios para que los persigan, y me cubriré de gloria a costa de Faraón y de todo su ejército, de sus carros y de los guerreros de los carros. Sabrán los egipcios que yo soy Yahveh, cuando me haya cubierto de gloria a costa de Faraón, de sus carros y de sus jinetes.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

En la historia hay un antes y un después de cruzar el mar Rojo. Un relato paralelo narrará el paso del río Jordán (cf. Jos 1,10-18; Sal 114). El texto muestra la fuerza de Dios ante el poder egipcio. La Palabra que Dios dirige a Moisés desencadena los acontecimientos. El pueblo escucha las palabras de Moisés y emprende la huida de Egipto en dirección a Palestina. El faraón, irritado por la pérdida de aquella valiosa mano de obra y por la humillación que representaba aquella huida, organiza rápidamente una operación de persecución para detener a los judíos y devolverles a Egipto. El pueblo de Israel, que era realmente pequeño en comparación con el poder de Egipto, al ver que los egipcios les siguen y casi les dan caza, es presa del miedo. Entonces grita su lamento al Señor y su protesta a Moisés. Ha perdido la confianza en la fuerza de Dios y se siente perdido y a merced del enemigo. El camino de la libertad, la decisión de seguir a Dios es siempre una lucha y requiere siempre convertir el corazón, es decir, confiar en Dios. ¡Cuántas veces nos rendimos ante el primer problema! El pueblo, viendo que tiene a los egipcios pisándole los talones y que por delante tiene el mar Rojo, se ve perdido y arremete contra Moisés. Pero el Señor vuelve a intervenir: reprocha a Moisés que se haya dejado engatusar por los gritos del pueblo de Israel y le ordena que todos reanuden la marcha. El Señor, que los hizo salir de Egipto, no iba a abandonarles. El texto despliega a continuación la intervención milagrosa de Dios. "Tú -le dice Dios a Moisés-, alza tu cayado, extiende tu mano sobre el mar y divídelo, para que los israelitas pasen por medio del mar, en seco." Y hace referencia a la derrota de los egipcios, que también sería obra de Dios. Lo que parecía imposible, Dios lo hizo. E Israel pudo ir hacia la libertad.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.