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Oración por los enfermos
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Oración por los enfermos

En la basílica de Santa María de Trastevere se reza por los enfermos. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Oración por los enfermos
Lunes 5 de mayo

En la basílica de Santa María de Trastevere se reza por los enfermos.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Hechos de los Apóstoles 6,8-15

Esteban, lleno de gracia y de poder, realizaba entre el pueblo grandes prodigios y señales. Se levantaron unos de la sinagoga llamada de los Libertos, cirenenses y alejandrinos, y otros de Cilicia y Asia, y se pusieron a disputar con Esteban; pero no podían resistir a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba. Entonces sobornaron a unos hombres para que dijeran: «Nosotros hemos oído a éste pronunciar palabras blasfemas contra Moisés y contra Dios.» De esta forma amotinaron al pueblo, a los ancianos y escribas; vinieron de improviso, le prendieron y le condujeron al Sanedrín. Presentaron entonces testigos falsos que declararon: «Este hombre no para de hablar en contra del Lugar Santo y de la Ley; pues le hemos oído decir que Jesús, ese Nazoreo, destruiría este Lugar y cambiaría las costumbres que Moisés nos ha transmitido.» Fijando en él la mirada todos los que estaban sentados en el Sanedrín, vieron su rostro como el rostro de un ángel.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Esteban era el primero de los siete diáconos elegidos entre los judíos helenistas. Rápidamente destacó por su fuerte testimonio: "Realizaba grandes prodigios y signos entre el pueblo", se escribe en los Hechos. En los debates nadie era capaz "de enfrentarse a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba". Dos capítulos de los Hechos narran su vida. Esteban fue sin duda una figura ejemplar de la primera comunidad. Hay que subrayar que el "servicio de la mesa" al que estaban destinados los siete diáconos, no se limitaba solo a esto. Todo creyente debe servir las dos mesas, es decir, la de los pobres y la de la Palabra. No hay especializaciones exclusivas, para unos la predicación y para otros la caridad. Todo cristiano debe atender a ambas. Y es importante señalar que la acción de Esteban tuvo lugar "entre la gente": no fue un servicio burocrático, sino una implicación en la vida cotidiana de la comunidad cristiana. Incluso los miembros del Sanedrín se asombraron de la acción misionera de Esteban: "Todos los que estaban sentados en el Sanedrín, vieron su rostro como el rostro de un ángel". En aquella asamblea tan importante Esteban recordaba a Moisés, cuyo ministerio estaba rodeado de tal esplendor que los hijos de Israel no podían fijar la mirada en su rostro por la luz que emitía (Ex 34,29ss). Esteban, al igual que Moisés, era realmente un testigo del amor de Dios, precisamente un ángel enviado por el Señor. Así debe ser todo discípulo. A imitación del maestro, también Esteban sufre primero el arresto y luego el juicio ante el Sanedrín; y en el juicio es condenado con falsas acusaciones. La historia de los discípulos sigue siempre la del maestro; y Esteban, en este momento difícil de su vida, es sostenido por la fuerza y el Espíritu del Señor que no abandona a nadie, especialmente en el momento de la prueba.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.