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Oración con los santos
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Oración con los santos

Recuerdo de Nunzia, discapacitada mental que murió en Nápoles en 1991, y de todos los discapacitados mentales que se han dormido en el Señor. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Oración con los santos
Miércoles 30 de julio

Recuerdo de Nunzia, discapacitada mental que murió en Nápoles en 1991, y de todos los discapacitados mentales que se han dormido en el Señor.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes son una estirpe elegida,
un sacerdocio real, nación santa,
pueblo adquirido por Dios
para proclamar sus maravillas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Éxodo 34,29-35

Luego, bajó Moisés del monte Sinaí y, cuando bajó del monte con las dos tablas del Testimonio en su mano, no sabía que la piel de su rostro se había vuelto radiante, por haber hablado con él. Aarón y todos los israelitas miraron a Moisés, y al ver que la piel de su rostro irradiaba, temían acercarse a él. Moisés los llamó. Aarón y todos los jefes de la comunidad se volvieron a él y Moisés habló con ellos. Se acercaron a continuación todos los israelitas y él les conminó cuanto Yahveh le había dicho en el monte Sinaí. Cuando Moisés acabó de hablar con ellos, se puso un velo sobre el rostro. Siempre que Moisés se presentaba delante de Yahveh para hablar con él, se quitaba el velo hasta que salía, y al salir decía a los israelitas lo que Yahveh había ordenado. Los israelitas veían entonces que el rostro de Moisés irradiaba, y Moisés cubría de nuevo su rostro hasta que entraba a hablar con Yahveh.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes serán santos
porque yo soy santo, dice el Señor.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Moisés acaba de bajar del monte donde ha recibido nuevamente las tablas de la Ley, aquella Palabra que deberá orientar la vida de su pueblo. Allí ha recibido nuevamente, después de que Israel lo hubiera abandonado, la revelación del nombre de Dios, "misericordioso y clemente, tardo a la cólera y rico en amor y fidelidad". ?Cómo no iba a estar "radiante" el rostro de Moisés tras haber conversado con el Señor? Hasta tres veces se repite que "la piel de su rostro se había vuelto radiante". Cuando escuchamos, aún más, cuando conversamos con Dios -pues eso es lo que sucede cuando escuchamos y meditamos su Palabra-, nuestro rostro no puede más que estar radiante para transmitir la belleza de Dios, su presencia misericordiosa. Pero un rostro siempre triste y huraño denota que está lejos de Dios. El velo que Moisés se puso sobre el rostro cuando hablaba con los israelitas quizás quería impedir que estos se vieran arrollados por aquella luz tan intensa que era fruto del encuentro con Dios. Pensemos en nuestras jornadas y en toda la gente con la que nos encontramos y preguntémonos: ?quien nos ve puede reconocer en nuestro rostro la luz de Dios que nos ha hablado? Reflexionemos sobre la necesidad que tiene mucha gente de encontrar la luz de Dios a través de nosotros para que también ellos puedan transfigurar su humanidad.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.