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Recuerdo de san José obrero y fiesta del trabajo. Leer más

Libretto DEL GIORNO
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Jueves 1 de mayo

Recuerdo de san José obrero y fiesta del trabajo.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Yo soy el buen pastor,
mis ovejas escuchan mi voz
y devendrán
un solo rebaño y un solo redil.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Hechos de los Apóstoles 5,27-33

Les trajeron, pues, y les presentaron en el Sanedrín. El Sumo Sacerdote les interrogó y les dijo: «Os prohibimos severamente enseñar en ese nombre, y sin embargo vosotros habéis llenado Jerusalén con vuestra doctrina y queréis hacer recaer sobre nosotros la sangre de ese hombre.» Pedro y los apóstoles contestaron: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús a quien vosotros disteis muerte colgándole de un madero. A éste le ha exaltado Dios con su diestra como Jefe y Salvador, para conceder a Israel la conversión y el perdón de los pecados. Nosotros somos testigos de estas cosas, y también el Espíritu Santo que ha dado Dios a los que le obedecen.» Ellos, al oír esto, se consumían de rabia y trataban de matarlos.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Les doy un mandamiento nuevo:
que se amen los unos a los otros.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Los apóstoles son conducidos de nuevo al Sanedrín ante los sumos sacerdotes. Esta vez comparecen no solo Pedro y Juan, sino todos los apóstoles. La Iglesia entera es acusada y sometida a juicio. El cargo es haber desobedecido la orden dada por los sumos sacerdotes de no predicar más el Evangelio: "Os prohibimos severamente enseñar en ese nombre". El sacerdote, que tal vez por algún temor ni siquiera menciona el nombre de Jesús, quiere bloquear el camino de crecimiento de aquella comunidad. En efecto, la estima de la gente por aquel nuevo grupo de creyentes iba en aumento, y muchos se habían hecho miembros. La respuesta de los apóstoles a la acusación del Sanedrín es unánime. Lucas lo subraya: "Pedro y los apóstoles" responden conjuntamente. Y esta vez Pedro no plantea a los acusadores la cuestión de si es justo obedecer a los hombres antes que a Dios. Sino que, con gran claridad y sin titubeos dice: "Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres". Podríamos decir que es toda la comunidad cristiana la que se expresa así ante el Sanedrín. En efecto, en la comunidad cristiana es el Espíritu quien guía y autoriza la comunicación del Evangelio a toda la ciudad. Las palabras que pronuncia Pedro -y con él todos los apóstoles- son el resumen del misterio de la salvación llevada por Jesús a todos los hombres. En este pasaje se destaca la elevación de Jesús a la diestra de Dios y el poder salvífico que ahora ejerce para todos, sin excluir a nadie. De este misterio de salvación que ha venido a la tierra, los apóstoles son testigos por el Espíritu Santo derramado en sus corazones.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.